Saludos a todos:
Hoy la disquisición que pretendo llevar a cabo trata sobre el vacío que queda cuando pierdes a una persona querida, cuando se aleja, cuando nunca volverá a estar con nosotros.
Todos sabemos que cualquier pérdida es dolorosa; siempre. En este caso, gracias a Dios, no es una pérdida física pero sí anímica y me ha dejado igual de consternado. Habíamos pasado el verano juntos, habíamos conversado trabando buena amistad aun así, esto no impidió para que víctimas de las considerables barreras sociales que perduran, nuestra amistad fuese devorada en ese mar de llamas que es la corrección o moral.
Es curioso, en un primer momento no me daba cuenta de lo que apreciaba a esta persona, de la magnitud, de la importancia que hubo de adquirir al paso de los días y las horas juntos. En un momento posterior, he sentido un inmenso silencio, se ha adueñado de mi corazón, de mi ser y aún a día de hoy me encuentro consternado, falto de esencia.
No fue culpa nuestra, no fue culpa tuya. Toda responsabilidad recae sobre mí, sobre mi indecisión...y de ello concluyo con mi triste epitafio, con mi cipo funerario donde rece así:
"Aquí yace el necio más grande de todos los tiempos. Dejó pasar su vida sin paladear su sabor..."
Lo siento, si todavía es tiempo, puedes volver...
Joseph Sczënczë