martes, 6 de julio de 2010

MÁS ALLÁ DE LA ESTULTICIA Y DE LA INIQUIDAD ESTÁS TÚ...

Hace tiempo que vengo teniendo la corazonada, casi la certeza de que el bien es anónimo; no tiene rostro, no se ve y no se escucha.

A diferencia de lo que ocurre con el mal como manifestación ostentosa y que se regodea sobre su propia concepción y existencia, el bien es un hecho callado y silencioso. Es como aquellas películas en las que el protagonista anda haciendo alardes entre esos dos mundos -fruto de la voluntad de un mundo sólo- está al filo de la navaja. Sin embargo, esa situación quebradiza y autodestructiva del protagonista en cuestión, -nuestro protagonista de nuestro filme ficticio- se torna bajo el paraguas silencioso y protector (humanizante) del bien, de su contacto con ese bien que le proporciona cierta decadente seguridad. Éste lo podemos identificar en el amor a la bella joven de turno, la protagonista femenina que, con mucho trabajo y sufrimiento a modo de bella y bestia, intercambian sentimientos que confluyen en una historia común de la cual es difícil deslindar lo que constituye el bien del mal.

Como en la vida cotidiana, en el abrazo, el beso, la mirada, la caricia, la cortesía y otras manifestaciones que permiten que la cordura y el amor imperen dentro de nuestras vidas carentes de cordura, el bien se manifiesta de repente, indeciso pero con firmeza.
También como en la vida diaria, se halla jalonada de locura, odio, envidia, celos, maldad que nos hacen reflexionar sobre la necesidad del primero para controlar el segundo y dotar, casi ofrecer, una visión de la vida más habitable e iluminada. Quizá sea la búsqueda de ese quinqué que nos permita aferrarnos a una luz sobre las tinieblas y así contemplar con estupor nuestra propia imagen; la imagen de la estupidez o de la esperanza. 

De ustedes depende... 

Joseph Sczënczë

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